CAMPANAS MATINALES
Me queda no en vano vecino el convento
De monjas de Nuestra Señora Santa Ana;
Que así es, como a veces, me llega en el viento
La voz de los bronces
Apenas promete su luz la mañana.
Despiértome, entonces,
Envuelto en las ondas de clara armonía:
Y salto del lecho como una campana
Que es toda repiques y toda alegría...
Repiques alegres saludan la aurora...
Despierto. Ya es hora
De abrir con los ojos el alma sonora,
En toda su franca y audaz desnudez;
Y siéntome henchido de fuerza y deseo...
En tanto, en el aire, como un palmoteo,
Repican seis bronces; y se oye un gorjeo
De seis colegialas hablando a la vez...
¿Revientan seis trinos? ¿Palpitan doce alas?
Son seis colegialas
Que charlan y ríen y giran a un son...
Nerviosa arquería de un agua bullente,
Que salta ai rotundo tazón de una fuente,
Cantando, en seis chorros, la misma canción.
—Mi novio es muy bueno: más dócil que un paje;
Y son mis mayores caprichos su ley...
—El mío es hermoso: ciñendo el encaje
Triunfal de una gola, sería un Virrey...
—Yo estoy muy contenta: me viene ya el traje
De seda celeste con flores de lis...
—Nosotros nos vamos a Europa de viaje...
—Yo quiero ir a España...
—Yo sueño en París.
¡Oh, alegres repiques, campanas galanas,
Sonrisas de brisas, felices mañanas,
Que entráis, por ufanas y abiertas ventanas,
Al lecho en que duerme tranquilo el candor:
A modo de brisas de tierras lejanas,
Traéis los recuerdos de viejas campanas
Que un día anunciaron mis versos de amor...
Yo tuve una novia, que, envuelta en la risa
Del alba, de prisa,
Con paso menudo, llegaba a la misa,
En donde me hallaba clamando al Señor:
Postrábase ella
Al pie de una Virgen, que, cándida y bella,
Lucía en el áurea corona una estrella
Y un niño en los brazos cogiendo una flor.
...De pronto, en el viento,
Las campanas rompen, con mayor viveza,
El desgranamiento
De su retintín...
Y pienso en seis niños de blonda cabeza,
Ojos de lucero, boca de carmín,
Cuyas carnes tienen olor de maleza,
Cuyas almas tienen candor de jazmín.
Retozo de niños tras la ligereza
De una mariposa por un gran jardín...
Yo soy como un puente
Que en seco ha quedado:
Cogió otro camino quizás el torrente;
Y el puente se siente
Ya triste, ya inútil y ya abandonado...
Santa Ana: yo quiero volver a ser niño...
Aún quedan en mi alma blancuras de armiño...
Me falta el cariño
Materno: el arrullo
Que aduerma este orgullo,
Con que urdo proezas de lauros en pos...
Soñar en mis libros... Jugar con mi hermana...
Correr por los campos... ¡Señora Santa Ana:
Acuérdate que eres la Abuela de Dios!
Yo sé que mi madre me perdonaría
Las locuras de esta vida byroniana...
¿Verdad, madre mía?
¿Verdad, madre mía?
Se van ya callándolos bronces... ¡El día!...
Se van. Todavía
Los ecos se ensanchan en mi corazón;
Y, a ratos, parece que dicen: «¡Perdón!»
«¡Perdón!»
José Santos Chocano