ANACRONISMO
A Felipe Sassone
Debí yo haber nacido no en esta Edad sin gloria,
sino en un tiempo heroico que nunca volverá.
Mi espíritu es como una página de la Historia.
Los que me ven se dicen acaso: —¿Adónde va?
Oír fábulas viejas
y cuentos y consejas
es mi único placer.
Soy como un peregrino
que ha extraviado el camino;
y llega adonde nadie le puede conocer...
¿Por qué Quién me dio vida no completó su obra?
¡Me aflige lo que falta! ¡Me aburre lo que sobra!
Mi patria no es la tierra que yo soñase mía:
la amo no como ahora sino como fué un día,
O bajo del gran Imperio del Sol, con el tesoro
de los Incas, ¡oh tiempos brillantes como el oro!
o bajo de la insignia de los virreyes, cuando
se vivía riendo, se moría matando
Los Incas, los Virreyes,
las pretéritas leyes,
las pompas extinguidas,
las fabulosas vidas,
me imprimen su prestigio dentro del corazón;
y me siento hoy tan fuera
de lugar en mi patria como hombre de otra Era,
que contemplar pudiera
esas cosas que fueron y estas cosas que son
Nadie, nadie conoce
todo el íntimo goce
con que repaso a veces las memorias de ayer.
Con mis nerviosas manos abro el infolio y leo,
como un enamorado las cartas que el deseo
dictase a una mujer.
Historia: eres mi amante. Yo vivo enamorado
de ti. Mi verdadero presente es el pasado...
Amo el Sol que chispea sobre el incaico trono
como un alarde ciego de lujuria o encono,
amo el fulgor que nimba los cascos vencedores
y las finas corazas de los Conquistadores,
amo la pedrería que irradia en los vestidos
de los Virreyes todos flamantes y pulidos
y hasta el candil a cuyo rojizo resplandor
escribe sus sentencias menguado Inquisidor...
Debí yo haber nacido no en esta Edad sin gloria,
sino en alguna vieja página de la Historia.
¿Hoy qué? Busco un amparo tan sólo en esta tierra
donde nació mi Historia, donde vivió la Guerra;
y celebro, en el triunfo de mi canto sonoro,
los castillos de plata, los leones de oro.
Soy un Virrey que vuelve de las Indias, en una
reposada galera por la anchura del mar.
Templo mi lira mágica en las noches de Luna,
me recuesto en la borda y así empiezo a cantar:
canto las veleidades de la loca Fortuna,
canto las remembranzas de mi nativo lar,
canto los amoríos que tuve con alguna
india de ojos más negros que una noche polar.
Traigo la visión áurea del Nuevo Continente.
¡Oh madre España! dime si lo recuerdas tú;
que para comprar lauros con que ceñir mi frente,
traigo acuñado en versos el oro del Perú.
¡Oh madre España! dime si, al repasar tu Historia,
no es justo el que repita lo que te he dicho ya:
debí yo haber nacido no en esta Edad sin gloria,
sino en un tiempo heroico que nunca volverá...
José Santos Chocano