LA ÚLTIMA VEZ
Se yergue la figura del Cid embalsamado,
de espaldas contra el muro del templo silencioso:
no hay nada en tal silencio que turbe su reposo,
no hay nada en tal reposo que mengüe al gran soldado.
Dijérase que el tiempo se duerme fatigado.
Hasta el mandoble mismo parece ya mohoso;
y sobre la armadura del ínclito coloso
las fúnebres arañas sus telas han colgado.
Impávido judío, con planta retadora,
entrando en aquel templo, profana aquella hora:
llega hasta el héroe; y prueba tocar su faz sagrada.
Y, cual si recobrase la vida de repente,
fue entonces cuando el héroe definitivamente
sacó por la vez última un palmo de su espada.
José Santos Chocano