ELEGÍA TROPICAL
A Isaías Gamboa
¡Oh tropical poeta! Fue tal su desventura
que enfermo de nostalgias a su país volvía,
cuando encontró de súbito abierta sepultura,
apenas a su espalda dejó la tierra fría.
Quiso tornar al seno de la materna anciana,
curarse de los hombres y sus crueles daños,
regocijar su tisis al lado de la hermana
y recorrer las calles de sus primeros años.
En sueños, vio su tierra, por la que fuga un río;
vio, sobre el río, el puente como si fuera un paso;
vio, mas allá, el espeso verdor del valle umbrío,
que ante los ojos tiende la suavidad de un raso.
Y, en su visión, ganoso de regresar, los días
contó que le faltaban para sus patrios valles,
en donde estaba Cali con todas sus Marías,
con sus esbeltas torres y sus dormidas calles...
Midió con sus dolores el tiempo y la distancia;
y comprendió cuál era su inevitable suerte:
se sintió niño entonces; y, al evocar su infancia,
lloró, lloró... y se estuvo llorando hasta la muerte.
Su espíritu fue como la torre de una aldea,
en la que el bronce un suave quejido siempre exhala,
cuando en su hueco un rasgo de brisa voltejea
o cuando las palomas lo hieren con el ala.
En medio de la lucha vibrante en que vivía
nunca olvidó a la virgen que ambicionó de esposa:
tuvo, el horror, por eso, de un ánfora vacía
y la tristeza de una campana silenciosa.
Poeta: duerme bajo los oros de tus palmas...
Para vivir tú en Chile, también preciso era
de que, en el misterioso dominio de las almas,
¡se convirtiese en pino la que nació palmera!
José Santos Chocano