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LAS CUATRO ESTACIONES

                                    I
                                VERANO

Por entre los columpios de una con otra liana
en que se enreda el bosque, se mira aparecer
a un varonil mancebo, que surge, en la mañana,
cual si se levantase de un lecho de placer.

En las ojeras luce su vida casquivana;
sobre su labio apenas el bozo se hace ver;
su sien ciñe mazorcas, donde el maíz desgrana
los dientes como en una sonrisa de mujer...

El es el boquirrubio fecundador: su beso
dora el café esparcido. Cantando va, por eso,
sus prolíficos cantos dentro de un caracol.

Y a la voz de esos cantos es que el germen se siembra,
que el sinsonte hace nido, que el jaguar busca a su hembra
y que el boa se aplasta bajo el peso del Sol.

                                    II
                                OTOÑO

¿Quién es ese criollo, que recoge paciente
las eclógicas perlas de cacao y café,
que con flores de caña se circunda la frente
y que en fajas sedosas de banano hunde el pie?

Entre un cesto, en el hombro, muestra, en grupo riente,
frutas llenas de luces que la Europa no ve,
con que luego, en la mesa, sobre límpida fuente,
fingirá prismas rotos de arco-iris que fue.

Cosechero que pulsa su guitarra sonora,
cuando viene la brisa de la séptima hora
y las hojas resecas a la fuga se dan...

Une el alma criolla la tristeza al donaire;
y formando, así, un solo remolino en el aire,
las canciones dan vueltas y las hojas se van....

                                    III
                                INVIERNO

Indio anciano cubierto con la piel más bermeja
de esas libres vicuñas que en las cúspides son,
va enseñando, en el trote con que luego se aleja,
de jaguar las sandalias y de chonta el bastón.

Pone un cántaro en su hombro, que caer agua deja,
desenvuelve en sus labios una triste canción;
y a su espalda, los Andes, con blancuras de oveja,
contornean su nieve cual si fuese un vellón.

Ese anciano es el indio de la frente cobruna:
de la cúspide baja y atraviesa la puna
y pastea en las lomas entre innúmera grey.

En la cúspide, el cóndor le abanica la frente;
en la puna, el huanaco le da un grito estridente;
y en las lomas, le sigue la mirada del buey...

                                    IV
                              PRIMAVERA

Se pueblan las chinampas de azules mariposas,
de pájaros artistas el bosque tropical;
y la doncella rubia, que es como un haz de rosas,
por verse sobre el lago, penetra en el juncal.

Henchidas de perfumes, las selvas rumorosas
saludan a la virgen por boca del turpial;
y, en tanto, ella, que ríe de todas esas cosas,
sepulta en un una flauta su risa musical.

Palpitan los vergeles con lúbricos excesos;
y así las garzas, hechas de espuma, tienen besos
con las magnolias, hechas de plata sin fulgor:

en Primavera se unen bajo una misma clave,
como si la magnolia se convirtiese en ave
o como si la garza se convirtiese en flor.

autógrafo

José Santos Chocano


«Alma América» (1906)

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