LA ÚLTIMA COYA
Salpicada de sangre está la tela
en que envuelve su carne dolorida;
y una expresión de triste despedida
en sus húmedos ojos se congela.
Algo busca, algo extraña y algo anhela;
y cuando silenciosa y abstraída,
se queda viendo un punto, hacia otra vida
su misterioso pensamiento vuela.
Juega con su collar, mientras la frente
para mirarlo dobla: en tanto, el duelo
quizás su mudo corazón traspase...
Llora, llora y, llorando, de repente
rompe el hilo...; y los granos van al suelo,
¡como si su collar también llorase!
José Santos Chocano