LA TIERRA DEL FUEGO
Ceñida con lujuria dentro del mar sonoro,
que así la abraza y besa con lúbricos afanos,
resalla aquella Isla que es hecha de volcanes
como una ganga enorme que reventase en oro.
Dijérase un cadáver del estelario coro;
dijérase una chispa que apagan huracanes:
a veces, de los cielos, fulminan los Titanes
pedazos que un martillo le arranca a un meteoro...
Quien mira, sobre el mapa de América, aquel trazo
en que flexibles mueven los Andes su espinazo,
figúrase una larga serpiente que camina;
y así es cómo aquel punto final del Continente,
desde que del arranca la cordillera andina,
parece una cabeza cortada a una serpiente...
José Santos Chocano