LOS NIÑOS
(traducción de Henry Wadsworth Longfellow).
Venid a mí, niños queridos,
Que ahí estáis; oí vuestro juego
Y volaron desvanecidos
Mi tedio, mi desasosiego.
Vosotros abrís la ventana
Por do mira mi alma al Oriente
Y las aves de la mañana
Cruzan cantando por la mente:
En vuestros pechos no hay vacío,
Todo es sol, y aves, y aura leve;
Viento de otoño hay en el mío,
Y cayó la primera nieve.
¡Ah! ¡nunca hay niños por demás!
¿Sin ellos el mundo qué fuera?
Temamos el desierto de atrás,
Más que la noche venidera.
Lo que es a la selva el follaje
Que nutren la luz y el ambiente,
Antes que el dulce humor cuaje
En rígido astil resistente.
Tal son los niños para el mundo;
Le dan a gustar la bonanza
De un clima radiante y jocundo
Que abajo a los troncos no alcanza,
Venid, decidme, prendas suaves,
Aquí, al oído, cierta cosa.
Eso que os cantan vientos y aves
En vuestro cielo de oro y rosa.
¿Qué son nuestras gracias ficticias.
Qué de nuestros libros la ciencia.
Pesados con vuestras caricias,
Y alegre mirar de inocencia?
Eclipsáis cuantas fantasías
Se han dicho o cantado jamás,
Porque sois vivas poesías
Y muertas todas las demás.
Rafael Pombo