A tu puerta llamé. No estabas.
Aspas de viaje te arrancaron.
¿Quién volverá cuando regreses?
Viento sin recuerdos, en la noche
se envuelve de inútiles presagios.
Dicen que la vida prosigue.
Entre nieves remotas, luces
que desconozco, abro los brazos
—lazarillos a ciegas—; busco.
Desde aquí, junto a la oreja sorda
amo en secreto, y enmudezco.
Dicen que la vida no perdona.
A tu puerta llego, y sin mirarte,
maravillado te contemplo.
¿Regresaste, vives, te escondiste?
Frente a tu casa silenciosa
—pienso que estás—, no llamo. Espero.
Y pasa la vida, y se detiene.
Rubén Bonifaz Nuño