ONIROMANO
Yo dejé abandonada mi mano sobre el lecho;
di la vuelta al reloj con mis zapatos,
y cuando regresé de mi paseo insólito,
allí estaba mi mano, pero...
no pude reintegrarla a mi estructura,
pues comenzó a crecer,
a crecer,
y se puso tan grande,
tan grande, que parecía el mapa de la tierra,
por sus líneas corrían grandes ríos,
profundas trayectorias ;
pude ver, entonces, que un anfibio jinete,
que galopaba mi infinita mano,
venía de muy lejos a buscar mi palabra,
el jinete traía un calendario.
Mas, comenzó la mano a concentrarse,
a juntar horizontes...
Y ahora,
solo durmiendo puedo usar mi mano.
Manuel del Cabral