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NO COMEN OTRA CARNE

Ella iba en el tren, de vez en cuando sacaba la mano por la ventanilla como a veces la saca el naufragio. El mozo que la acompañaba, escuchándola parecía lamerla con el olfato. De súbito, él la quiere besar salvajemente, y cuando la abraza, ya no estaban ni el tren ni ella; el caballero abrazaba a un león. Los hijos de caladores no comen otra carne.

autógrafo

Manuel del Cabral


«Pedrada planetaria» (1958)

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