HUESO DEL CANTO
Súbito un piano me mastica el pecho;
nunca fueron más tiernos tantos dientes.
Yo soy un lujo de este siglo: pienso.
Secretean mis tripas como trampas
de violines caníbales.
Esto es vital pero también romántico,
si a través de mi cuerpo pasan las golondrinas alimentadas por
mi transparencia.
Pero un pan me persigue si me alelo,
mas yo sigo poeta.
A estafador se mete mi silencio carnívoro,
mas yo sigo poeta.
Se me vuelven ministros los colmillos,
mas yo sigo poeta.
Los arzobispos se me cuelan, trepan
hasta mi yo que está decente huyendo.
Mas yo sigo poeta.
Pican la piel de mi apellido hormigas,
pero yo estoy de espaldas,
no soy tiempo.
Conspiradores besan mis flaquezas,
pero mi ser no sale.
Se me acerca una voz, pide mi espacio,
entretiene mi sí, no mi por qué;
mi yo no sale.
El planeta me dice: «estoy volando».
Son mis alas, le digo,
son mis alas...
Manuel del Cabral