SONETO XXIX
Estoy vuelto hacia Ti, como el monte. Las manos
tendidas a lo alto, si desnudas de ofrenda.
Ante mis ojos, mustios de ansia y fiebre, la tienda
radial de los ardidos horizontes arcanos.
Nimbo de astros la noche ciñe a mi sien. Lejanos
haces de soles místicos iluminan la senda
y esparcen en la bruma que mis pupilas venda,
en celestial augurio, clarores sobrehumanos.
Música de los coros angélicos difunde
casta leticia. Súbito, vivo fulgor suprime
la cortina de sombras y la visión me entrega.
El alma en los deliquios del éxtasis se hunde;
mas en el raudo instante de la visión sublime
fueron sordo el oído y la pupila ciega.
Mario Carvajal