SONETO XXI
EL CÁNTICO UNIVERSAL
La piedra de mi honda rompe en rútilo vuelo
el cansado equilibrio de la tarde, y se inflama
al ósculo invisible de la cósmica llama
que muda en oro y nácar la veste azul del cielo.
Domeñando los aires que rechazan su anhelo,
dibuja en los abismos la cruz de mi oriflama,
y el fulgor inefable que en el mundo derrama
nimba la frente oscura de los montes en duelo.
Coronada la meta sideral de su viaje,
en la antena celeste desata su mensaje;
puéblase de armonías el mudo firmamento.
Y cuando ya la noche su arca de ébano cierra,
devuelto por los orbes en las alas del viento,
se difunde mi canto sobre el haz de la tierra.
Mario Carvajal