CAMPO
Inocente Murano del rocío,
canto del pino, miel de la mañana,
la flor del camalote en la fontana,
viento de Mayo sazonado frío,
y Diana dirigiendo mi albedrío
hacia la selva, fronteriza liana,
donde alza el mirlo su jocunda diana
y empieza el roble a flor de caserío.
Madrugadora fiel, sobre la frente,
me nace el sol atempranado, y siente
mi sangre la salud del fresco día.
Los nervios tienen un cordaje cálido
y se ilumina el rostro enjuto y pálido
con una nueva luz de epifanía.
Juana de Ibarbourou