A ESPAÑA
I
¿Qué aguardas, noble Iberia, que no acudes
a la lid a favor de tus hermanas?
¿Qué hiciste de tus bélicas virtudes,
honra y prez de las huestes castellanas?
¿No ves que el tiempo, como el gamo, corre?
¿Que mañana, si llegas, será tarde?
¿Por no dejar tu marfilina torre,
no habrá quien te moteje cobarde?
¿Has muerto a Don Quijote de la Mancha,
el desinteresado caballero
cuyo prestigio, sin cesar, se ensancha;
y cambiando tu antiguo derrotero
por la vía más próspera y más ancha,
comienzas a inspirarte en su escudero?
II
¡No, Madre España, no, tú eres la misma
de tus gloriosas épocas lejanas;
tu corazón magnánimo se abisma
en el mar de dolor de tus hermanas!
Sólo que la actitud de tu gobierno
pesa en tu voluntad... no en tu pericia;
y acometer al trágico Guillermo
no puedes aunque invoques la justicia.
Eres la misma, tú, la misma España
del Cid, de don Pelayo y Carlos Quinto
cuyo lustre jamás el tiempo empaña.
¡Firme tu torre en inmutable plinto,
en aurora inmortal su aguja baña
mientras canta la Gloria en su recinto!
Julio Flórez