FRANCISCO JOSÉ
—Dame tu orgullo, a Serbia le dijiste
con un acento cavernoso en cuyo
fondo ardía el rencor; y Serbia, triste,
miró tus zarpas... y te dijo: ¡es tuyo!
No es suficiente, murmuraste. Dame
tu honor también; no quiero dejar trunca
mi petición y a tu exigencia infame
respondió Serbia, exasperada: ¡¡nunca!!
Entonces, tú, feroz, clavaste en ella
como en corza gentil, joven y bella,
tu diestra de jaguar, híspida y ancha.
Ese tu triunfo... pero Serbia, ahora,
revuélvese con furia arrolladora
¡y va altanera en pos de la revancha!
Julio Flórez