AL PUEBLO ALEMÁN
I
¡Pueblo de atletas! El hercúleo cuello
¿por qué, sumiso, doblegaste al yugo,
y te prestaste a deshojar el bello
y amplio verjel del viejo Víctor Hugo?
¿Por qué asaltaste a la pequeña Serbia?
¿por qué violaste a Bélgica, la hermosa,
en vez de hacer pedazos la soberbia
del que al lanzarte al mar cava tu fosa?
¿Qué te faltaba, —gloria? ¡la tenías!
¿Oro? ¡tus arcas reposaban plenas!
¿Poder? ¡en todas partes te imponías!
Abre los ojos, torna a tus faenas,
mas, antes, prueba bien tus energías:
¡Sacúdete... y quebranta tus cadenas!
II
Ciego fuiste a la lid... y a los desmanes,
bajo una disciplina deprimente,
cuando más compensaba tus afanes
en libro y surco la mejor simiente.
Cuando era más selecta tu abundancia,
cuando tu austeridad era un ejemplo,
y cuando en muelle paz era la Francia
de ciencia y arte esplendoroso templo.
Sano Pueblo viril: piensa en ti mismo,
es tiempo aún: ¡libértate del blondo
autor de este espantoso cataclismo!
El abismo que abre él será tan hondo...
que el que llegue a rodar en ese abismo
ni aire hallará, ni claridad... ¡ni fondo!
III
¿La patria? ? no, tu patria era temida;
—que la verdad por sobre todo irradie—
Nadie atentó contra su fértil vida,
¡Nadie atentó contra tu patria, nadie!
Fue tu señor el que en fatal momento,
del antiguo invasor tras de la pista,
lanzóse con el ímpetu del viento,
a la más loca y pérfida conquista.
¡La patria defended! (frase estupenda)
gritó el Cesar con tono imperativo,
y tú lo secundaste en la contienda:
Sin pensar que él ha sido y es la insania
y que tu patria no es tu convulsivo
y torvo emperador... ¡sino Alemania!
Julio Flórez