A BÉLGICA
—He de pasar—te dijo el soberano
teutón —Es menester, abre la puerta.
Y tu puerta crujió bajo su mano
repulsiva como una garra abierta.
Y continuó: —Si cedes, un tesoro
de beneficios regaré en tu casa;
te pagaré... tendrás oro..., mucho oro,
y tú gritaste: —¡no, no, no se pasa!
—¡Ay de ti, si en abrirla no consientes!—
rugió el Emperador— a tierra vino
tu puerta a tajos de uñas y de dientes.
Y pasó el Káiser... pero aquel felino,
no abrió la brecha al triunfo de sus gentes,
fue a su derrota a la que abrió el camino!
Julio Flórez