XLVII
Ayer, cuando en el alma me dejaba
el rojo estío del amor su huella,
al ver un sitio agreste, murmuraba
«¡Quién estuviera allí, solo... con
ella!»
Y hoy que, con ella, avanzo hacia el futuro,
llevando en mi alma la frialdad del polo,
al ver un sitio como aquel... murmuro:
«¡Quien estuviera allí, sin ella... solo!»
Julio Flórez