MARTA
XVIII
Llegué... Una noche recibí una carta
que decía: «Ven pronto, ¡te lo mando!
¡No me dejes sufrir!... Me está matando
tu ausencia... ¡ven a consolarme! Marta».
Otra decía: «¡Ingrato! no se aparta
tu imagen de mi ser; de cuando en cuando,
voy al islote y... ¡vuelvo sollozando!...
¡Sola!... ¡No hay nadie que mi mal comparta!
»¡Todo está triste, todo!... ¡si supieras!
¡El estanque se agota! De los nidos
huyeron ya las aves vocingleras!
»Dime, ¿hasta ti no llegan los latidos
de mi doliente corazón?... ¿qué esperas?
¡Ven!.... Soy una mujer... ¡toda gemidos!»
Julio Flórez