ALTAS TERNURAS
V
Rodé a sus plantas y exclamé: —¡lo juro!—
Y añadí —¡cómo imaginar pudiste,
que este ser, que por ti tan solo existe,
pudiera abandonarte en lo futuro!—
Entonces, ella, me besó; y su puro
beso de luz, cuyo calor persiste
en mi frente, cruzó por mi alma triste,
como una estrella por el cielo obscuro.
—Es verdad—murmuró—no desconfío;
mas, para disipar todos mis miedos,
jura también, desventurado mío,
que, aunque el Dolor tu espíritu taladre,
cerrarás, con la punta de tus dedos,
los pobrecitos ojos de tu madre!
Julio Flórez