ALTAS TERNURAS
VI
Me parece que aún su voz resuena,
como murmurio de agua cristalina;
como el blando rumor de la marina
onda que va a morir sobre la arena.
Fugas la vibración de tanta pena,
cruzaba entonces por su faz divina
como suele cruzar la golondrina,
el azul de una atmósfera serena.
Porque, al punto, sus ojos —insondables
piélagos de miríficas ternuras—
y sus marchitos labios adorables,
que sólo saborearon amarguras,
bulleron en sonrisas inefables,
en sonrisas santas: ¡eran tan puras!
Julio Flórez
También titulado EVOCANDO LA TERNURA DE LA MADRE