MIDAS EN LA PISCINA
En la ciudad no había agua,
pero Midas en su piscina olímpica nadaba
como si toda el agua de la ciudad fuese suya.
Había contado las ganancias del día,
y estaba feliz porque pensaba que la gente
estaba feliz porque él había hecho un millón
más,
y porque con sus negocios había hecho más pobres
y ahora podía ayudar a los pobres.
«Los políticos y los empresarios me elogian», se
decía,
«porque los que tienen mil pesos quieren un millón,
y los que tienen un millón diez millones,
y los que tienen diez desean tener cien millones,
y los que tienen cien ambicionan mil millones.
Yo tengo esos millones, y hasta más.
Pero mientras los aspirantes a millonarios
realizan su sueño, los menos ricos
y los más pobres me admiran,
porque la riqueza ajena
es la satisfacción de los tontos».
Viernes 4 de septiembre de 2009
Homero Aridjis