DEL HOMBRE Y SU NOMBRE
Él creía que en el espacio el hombre
tenía un sonido propio, su nombre.
Él creía que la cifra sonora del hombre
era aprehensible por su nombre,
que si se profería su nombre
era tocado interiormente el hombre.
Pero aquí no lo hemos visto
ni parado ni acostado. Nadie sabe por qué.
En esta calle donde estamos conscientes
de los límites del cuerpo,
no hemos percibido su estar,
ignoramos su ser.
La mente que desdobla las imágenes
y duplica a los durmientes
no se ha multiplicado aquí,
no tiene lugar en este espacio.
El ángel de la ubicuidad,
que se ha manifestado en todo el mundo,
que se ha desdoblado en muchos cuerpos,
no ha aparecido en este sitio.
Homero Aridjis