RAFAEL
Después de su visita,
el circo ambulante
dejaba pistas de nostalgia
en las afueras del pueblo,
y los martes en la mañana
los niños no encontraban a nadie.
En camiones sobrecargados
habían partido de noche,
seguidos en bicicleta
por un muchacho tarahumara,
al que llamaban Rafael.
Este indio de ojos dorados,
montado a pelo en un caballo blanco,
con alas de cartón y espada de madera,
era el primero en llegar a las ferias.
No hacía otra cosa en el circo
que anunciar su llegada y su salida.
Desdeñado por el público,
terminada la función,
se le hallaba dormido
en la jaula de las aves.
Un día de marzo, cuando los circos
ya habían pasado de moda
y los enanos habían sido despedidos,
Rafael se fue volando
en su caballo blanco.
Homero Aridjis