ÁNGEL VIRGEN
Acometido por manos infantiles
que cubren su vientre de caricias salaces,
el blancor de sus plumas enrojecerá,
su virginidad se encenderá,
los ojos de sus alas cerrarán los párpados.
Él aire,
ella tierra,
juntos beberán
el éxtasis de oro,
la embriaguez púrpura de la granada.
Sus cuerpos, el fuego helado de la imaginación.
Su deseo, posar la planta del pie
en ella, como en una hierba húmeda.
El de ella, la cruda sensación
de pararse entera sobre sus pies precisos.
Él, ígneo, entrará en su carne
como un fuego que agujerea el aire,
meterá en su flanco adolescente un alcatraz blanco,
el oro desnudo de su virginidad.
A medida que él se introduzca en ella,
su rostro adquirirá una palidez lunar,
lágrimas blancas resbalarán por sus mejillas
como gotas de luz. Es su virginidad
que caerá en un cuerpo penetrado por la muerte.
Sobre él, aire; sobre ella, tierra,
el sol derramará su cabellera rubia.
Su cabellera, último mechón
en el poniente oscuro.
Homero Aridjis