XXVII
A UNA ESPERANZA DUDOSA
De anciano roble un tronco mal vestido,
con débiles raíces amarrado
a un duro escollo, a quien el tiempo airado
de una alta roca había dividido,
yacía en la montaña, defendido
más del riesgo a que estaba dedicado,
que de amiga segur o de olvidado
rigor, no al infelice concedido.
Doliente asombro del hermoso día,
de mi esperanza simulacro era,
y horrendo asilo de aves gemidoras.
¡Oh cuán ingrato el riesgo se desvía
de quien trofeo el precipicio fuera!
¡Oh cuánto muere un triste en horas breves!
Francisco de Trillo y Figueroa