SONETO XXV
Como furioso el mar en ondas ciento
se explaya con undosa muchedumbre
sobre la arena, o como en la alta cumbre
nubes desata humedecido el viento.
Lágrimas daba en dolorido acento
a el mar un pescador, que ya costumbre
había hecho en él la pesadumbre
del repetido afán de su tormento.
«Dioses, decía (si es que hay dios alguno)
a quien se deba el paternal cuidado
de consolar a el engañado amante).
»¿Cuándo de mi prisión el importuno
cruel acero se verá limado
con la paciencia de mi fe constante?»
Francisco de Trillo y Figueroa