XX
AL SUCESO DE SANSÓN DORMIDO, EN ALUSIÓN A LA SUAVE CRUELDAD DE LAS MUJERES
Des puerto amigo, aun más asegurado,
se imaginaba el naufragante leño,
con las amarras oprimiendo el ceño
del austro bramador, del noto airado.
La inquietud de las ondas y el cuidado
en las áncoras ya prendía el sueño,
cuando cortadas por ingrato dueño,
destrozo fue del iracundo hado.
Sin duda que del Cáucaso naciste
Dalila ingrata, y ese duro pecho
duros peñascos alimenta horribles.
Mas ¡ay! que eres mujer, y no resiste
nave amorosa cauteloso estrecho,
ocultas rocas, golfos apacibles.
Francisco de Trillo y Figueroa