XV
UN AMANTE EN LA MUERTE DE SU DAMA
Temprana flor, crecía en confianza,
mi amor, de un tiempo blando y lisonjero,
cuando del hado el siempre duro acero
el vínculo cortó de mi esperanza.
¡Oh ciego hado, lince en la mudanza
solamente del bien! y ¡cuán ligero
vuelas al daño, perdonando fiero
al infeliz para mayor venganza!
¿Qué gloria adquieres cuando el leño roto
las ondas vence, naufragando en ellas
de la soberbia entena la osadía?
Mas ¡ay cruel! ¡No fueras tú el piloto!
que mi amor ablandara las estrellas,
y Filida viviera. ¡Ay, Filis mía!
Francisco de Trillo y Figueroa