SONETO V
Bañaba el Sol, precipitando el día,
entre la sondas la purpúrea frente,
cuando Daliso, en confusión doliente,
la red y el llanto sobre el mar tendía:
—Fílida ingrata, más cruel —decía—
que las arenas de la Libia ardiente,
que del Euripo inquieto, la corriente,
y más mudable que la suerte impía.
¿Por qué desprecias los maternos lares
de nuestra llama, que alumbrar pudiera
las corvas playas de los anchos mares?
¿Por qué, si no hay Deidad a quien debiera
reconocer Neptuno más altares,
flechas amor, trofeos la ribera?
Francisco de Trillo y Figueroa