SONETO LII
Bien pudiste llevar, rabioso viento,
Mis esperanzas donde se han perdido,
Y deshacer con soplo airado el nido
De mi dulce amoroso pensamiento.
Bien derribaste desde su cimiento
Las altas torres donde había subido;
Y ahogaste en las aguas del olvido
Mi bien, mi gloria, mi mayor contento.
¿Pues por qué no raerás de mi memoria
Las amargas dulzuras de esperanza,
Con quien cebó mis inocentes años?
Que ya del alma el árbol de victoria,
Que plantó amor, cortaron desengaños,
Desdén, ausencia, tiempo, edad, mudanza.
Francisco de Figueroa