SONETO XXXI
Ay de cuán ricas esperanzas vengo
Al deseo más pobre y encogido,
Que jamás encerró pecho herido
De llaga tan mortal, como yo tengo.
Ya de mi fe, ya de mi amor tan luengo,
Que Fili sabe bien cuan firme ha sido,
Ya del fiero dolor con que he vivido,
Y en quien la vida a mi pesar sostengo;
Otro más dulce galardón no quiero,
Sino que Fili un poco alce los ojos
A ver lo que mi rostro le figura:
Que si le mira, y su color primero
No muda, y aun quizá moja sus ojos,
Bien serán más que piedra helada y dura.
Francisco de Figueroa