SONETO XIX
Un día la bella enamorada Diosa,
Madre del niño poderoso y fiero,
Por cuya mano fui llagado y muero
De llaga dulce y muerte gloriosa,
Iba tejiendo de una y otra rosa,
Mostrando el sol su resplandor primero,
Para dar a su sol mas verdadero
Guirnalda de mil flores olorosa:
Quando yendo a coger una viola,
Una espina detrás de ella escondida
Hirió a traición su mano delicada:
Sintió dolor la Diosa, y desechola;
Mas por la sangte encima desparcida
La viola, antes blanca, es colorada.
Francisco de Figueroa