SONETO XLVI
Robome, oh Julio, una cobarde fiera
(fiera y cobarde, Julio, cruel sería),
la mitad me robó del alma mía,
y ¿tú aun vives, mitad? ¡quién lo creyera!
Ira al fin mujeril, que no cupiera
en varón semejante villanía
necia; los que el amor y el cielo unía,
¿quién sino tú apartarlos pretendiera?
¿Qué se puede? Vivamos divididos,
dulce Amarilis mía, en esperanza
de vencer con paciencia y vida el hado.
Julio, ¿quién desordena mis sentidos?
Iba a hablarte, y me han arrebatado,
ya el amor, ya el dolor, ya la venganza.
Francisco de Medrano