UNA FORMA DE PROFANACIÓN
Siempre ha tenido
el más hermoso nombre de ciudad.
En los cuentos exactos de la infancia
era el confín nativo de un ladrón,
un confuso lugar con hombres raros,
tocados con turbante,
a lomos de caballos presurosos.
Hoy es sólo un desierto
en que brillan estrellas violentas.
Bombardeada tierra, en fin, de las imaginaciones,
desdichada Bagdad,
yo que te imaginaba
fulgente por tus cúpulas de oro...
Felipe Benítez Reyes