LA FLECHA DEL TIEMPO
Nunca seríamos
como esos adultos —nos juramos—
que miraban ansiosos, turbiamente,
a través del cristal de las cafeterías
—como en cierto poema de Rimbaud—
la entrada de los jóvenes altivos
en la cueva dorada de la noche.
Y sin embargo
ahora estamos aquí, sin entender gran cosa,
ante un vaso de hielo y de ansiedad,
arañando con fiebre y con rencor
en el cristal del tiempo un espejismo.
Felipe Benítez Reyes