LA HABITACIÓN NEGRA
La vi primero en sueños —con esa imprecisión
compacta que poseen las figuras
veloces que aparecen en los sueños.
Luego la imaginé, ya exacta, en la vigilia:
con su altura, y sus metros cuadrados de tiniebla,
como un borrón oscuro en el que habría
de entrar alguna vez palpando sombras.
Pronto intuí que en ella había un cadáver.
De manera que entré en la habitación,
y estaba allí:
la rigidez de un rostro inexpresivo,
esculpido en el acto por la muerte
con un cincel de hielo.
Barajé mis hipótesis. Pensé en móviles
raros.
Llegué a dar nombre incluso al asesino.
Ahora estoy en la negra habitación.
La vi primero en sueños, y luego en la vigilia.
Ya no salgo de ella.
Sea invierno o verano,
la negra habitación es siempre cálida.
Las visiones allí son muy cambiantes,
todo es contradictorio y fugitivo,
pero es la habitación que veo en sueños,
y puedo describir su actividad:
en ella hay
un asesino desganado
que cada noche apuñala un mismo cuerpo,
y ambos tienen el gesto de quien no entiende nada,
y el rostro de un payaso ensangrentado,
y ese rostro es el mío.
Felipe Benítez Reyes