Amada, en estos versos que te escribo
Aunque si nada en mi interior te altera
Cierra, punto final, única estrella
Colmena de la tarde, diálogo en el vergel
Conforme va la vida descendiendo
Cuando hay alguien que implora de mi labio un consejo
Dame, Señor, la fuerza de un pétalo de rosa
En primavera da flor el clavel
Eres, como la luz, un breve pacto
¡Espejo, calla! Y tú, que en el furtivo
Esta tarde ya sé que me quieres
Flor que promete al tacto una caricia
He tocado los límites del tiempo
Hecho de nada soy, por nada aliento
Me toco... Y eres tú. Palpo en mi frente
México canta en la ronda de mis canciones de amor
Mujer mirada en el espejo umbrío
¿Ni cuándo?... Sí, lo sé. Cuando recoja
No has muerto. Has vuelto a mí. Lo que en la tierra
No nos diremos nada. Cerraremos las puertas
Nos hemos bruscamente desprendido
Nunca me cansará mi oficio de hombre
Por esa fina herida silenciosa
Porque no es la muerte orilla clara
Principia, pues, aquí, tu obra futura
¿Quién habitó esta ausencia? ¿Qué suspiro
Ramo del corazón, el que se hace
Sí, cuanto más te imito, más advierto
Si das un paso más te quedas sola
Si yo pudiera acariciarte, oh fina
Tener, al mediodía, abiertas las ventanas
Tiempo y figura fui, mientras la esquiva
¡Todavía más luz! Como el poeta
Todo, así, te prolonga y te señala
Todos, con el crepúsculo cercano
Tú me llamaste al íntimo rebaño
Un hombre muere en mí siempre que un hombre
Va a llover... Lo ha dicho al césped
Voz interior, palabra presentida
Vuelvo de andar, a solas, por la orilla de un río
Vuelvo sin mí; pero al partir llevaba
Y sin embargo, entre la noche inmensa
Ya empiezas a dorar, octubre mío