A UN RUISEÑOR QUE SE LE MURIÓ A UNA DAMA EN INVIERNO
AL SERENÍSIMO SEÑOR DON JUAN DE AUSTRIA
Al viento su esperanza y su porfía
Alzad, Señor, vuestra Sión divina
Amante ruiseñor que das al viento
Aunque de Europa el robador divino
Bárbaro el Fénix a su fin aplica
Bruto feliz, venciste; ya se inclina
Cobrote el cielo en tu primer mañana
Como en estancia, que de mármol fino
Como enfermo que anhela en lecho ardiente
Crece el dolor y, en orden a su aumento
Creció el infierno aquí, Nilo violento
Creyó el Jordán que vez segunda oía
Culpa, Celia, tu error y no tu daño
¿De qué seno infernal, de cuyo seno
Del ya postrero sueño en que yacía
Detén, Jáuregui docto, el curso altivo
Dio el agua procurada sepultura
Dos naufragios se oponen igualmente
En vivas ondas de ofendida grana
Entonces vivo, porque muero, cuando
Escrito en Roma está, yo lo he notado
Ese de la amistad indicio raro
Esta partida imagen de la vida
Este morir, esta postrera suerte
Este, que a voz en grito (¡oh Bulequino!)
Felice yo, si de mis sueños tiemplo
Fénix divino que en mortal oriente
Filis, en cuyo amante muerte fiera
Gerardo, quien su engaño repetido
Grandes los ojos son, la vista breve
Habla, bulto animado, no tu esquivo
HABLANDO CON SU DAMA YA DIFUNTA
Hasta cuándo esta tinta, dime, Fabio
Hasta que mueres tú, joven valiente
Hoy a tu brazo infiel, Hebreo esquivo
Hoy, Fabio, te casaste con Lisena
Hoy, Noroña, el sangriento Rey de fieras
Huésped, no yace aquí, falta severo
Huye del Sol, el Sol, y se deshace
Huye por minas de cristal y grana
Jacinta, aquel artífice violento
La voz a Italia, cuando el eco a España
Lloras, Filis, que el pueblo te murmura
Lloro, Filis, mas es sin apariencia
Mendoza prodigioso, a quien la fama
Miré un laurel, cuyo desdén sagrado
No donde plumas de oro el Tajo baña
No puede ser; y miente el sentimiento
No se debió a la bala tu caída
Noble ciudad, de reyes coronada
Ocios son de un afán que yo escribía
Oh tú, que el polvo amado mudamente
OYENDO EN EL MAR, AL ANOCHECER, UN CLARÍN QUE TOCABA UN FORZADO
¿Qué engaños, Celia, qué locuras mueve
¿Qué importa al Mongibelo estar nevado
¿Qué son los celos? El mayor tormento
¿Quién es, Gaspar ilustre, el que fallece
Recoge el temerario lino alado
RETRATO DE SU MAJESTAD POR MARTÍNEZ MONTAÑÉS, ESCULPIDO EN BARRO
Róguete, oh Lisi, que tu edad florida
Sabio Marqués, con quien Apolo parte
Sceva, después de la postrera herida
Señor, estoy de vos tan alcanzado
¡Señor, que viera un pedernal helado
Tu obstinado cadáver nos advierte
Un tirano formó de bronce ardiente
Venciste, Filis. Ya en el pecho mío
Venganza fue de amor, flechada en vano
Viendo España la pérdida temprana
Vivo de amor tan libre, y he vivido
Vuestra carrera creo y la imagino
Ya de puro dolor, dolor no siento
Ya el polvo no es ruina, sino aliento
Ya falta el sol, que quieto el mar y el cielo
Yo aquel que un tiempo con semblante ledo
Yo cantaré de amor tan dulcemente