TABARÉ
LIBRO SEGUNDO
CANTO PRIMERO
II
La corriente del tiempo,
En brazos del pasado,
Como el cadáver de otros tantos hijos,
Ha dejado los años tras los años.
Al tramontar las lomas
Del Uruguay, el astro
Deja envuelto en la sombra de las islas
A un villorrio español, que fue fundado
En la desierta margen donde el río
San Salvador, hermoso tributario
Del Uruguay, derrama en éste
Su caudal, entre sauces y guayabos.
El pueblo aquel, sentado en el desierto
Como un aventurero temerario,
¿Es algo más que una visión de gloria?
¿Brotó del suelo o descendió de lo alto?
Sus cimientos han sido varias veces
Con sangre de dos razas amasados;
Sus techos convertidos en hogueras,
Varias veces al campo iluminaron;
Y ya, más de una vez en la colina
Quedaron sus escombros solitarios,
Como los negros miembros de un gigante
Por la zarpa del tigre hecho pedazos.
Desde el fondo del bosque, los charrúas
Observan los bastiones castellanos,
Las rudas estancadas
De troncos de algarrobos y quebrachos
Antemural sin fosos ni poternas,
Remedo de baluarte que, hacia el campo
Defiende el caserío
Cuyos techos se asoman al barranco.
Techos pajizos de bambú, con hebras
de la raíz del ñapindá amarrados;
Muros de tierra negros
Entre despojos de bateles náufragos,
Que rodean la casa construida
Por Juan de Ortiz, el viejo adelantado,
Con sillares de piedra
Que el tiempo y los incendios respetaron;
Tal es la población conquistadora
En que aun tremola el pabellón hispano,
Sereno corno siempre
El desierto sin nombre desafiando,
En una tierra, madriguera hermosa
Del indio más bizarro
De los que aullaron y aguzaron flechas
En el salvaje mundo americano:
Como el cachorro oculto bajo el cuerpo
Del tigre provocado,
Así se esconde la uruguaya tierra
De su indómito rey bajo los arcos.
El indio ruge, al escuchar la planta
Del extranjero blanco,
Con rugidos de rabia y de deseo,
Siempre en acecho, cauteloso, huraño.
Brilla el ojo del indio en la espesura;
Suena por todos lados
Su alarido feroz; brotan rabiosos
De entre las flores sus agudos dardos.
¿Dónde se esconden? Donde esconde el viento
Sus gritos ignorados.
Donde esconde la muerte las lumbreras
Que enciende sobre el haz de los pantanos.
Allí donde tan sólo se ve un grupo
De chircas o de cardos,
Hay rostros, escondidos en la sombra,
Siempre despiertos, sangre olfateando.
Allá en el matorral algo se mueve...
¿Quién trepa en el barranco?
¿Sentís un grito en la lejana orilla?
Es la muerte... si vais, veréis su rastro.
¿Qué hay más allá? Lo ignoto, lo imprevisto,
Quizá lo sobrehumano;
Algo más que la muerte, más oscuro...
¿Quién se llega hasta él? ¿Quién va a retarlo?
España va, la cruz de su bandera,
Su incomparable hidalgo;
La noble raza madre en cuyo pecho
Si un mundo se estrelló, se hizo pedazos,
El pueblo altivo que, en la edad sin nombre,
Era el cerebro acaso
Del continente muerto,1
Ya sumergido en el abismo Atlántico.
Que, no teniendo en sí, para el cadáver
De aquel coloso espacio.2
Dejó asomar, sobre la vasta tumba
Miembro insepulto, el mundo americano,
Sólo España ¿quién más? sólo ella pudo,
Con pasmo temerario.
Luchar con lo fatal desconocido;
Despertar el abismo y provocarlo;
Llegarse a herir el lomo del desierto
Dormido en el regazo3
De la infinita soledad su madre,
Y en él clavar el pabellón cristiano,
Y resistir la convulsión suprema
Del monstruo aquél al revolverse airado,4
Sin que el pavor le acongojara el alma,5
Ni el resistir le desarmara el brazo.6
Juan Zorrilla de San Martín
1 Versión: De aquel dorso gigante y misterioso
2 Versión: Para el coloso espacio.
3 Versión: Dormido entre los brazos
4 Versión: Del mundo americano
5 Versión: Sin que aquel estertor indecifrable,
6 Versión: Le aniquilara el corazón y el brazo.