REGRESO
Ya me tienes en ti de nuevo. Acaso
nunca pude alejarme de estos muros
vivísimos que, abiertos siempre, tienen
largos brazos de aurora o de agonía.
Recorrer el silencio de estas calles,
que son como cinturas, apretado
a sus sombras moradas, a la herida
de yelo que en la luna se repite,
es recobrar la antigua certidumbre,
el ser entero que la luz recorta.
Como aquel que camina entre la niebla
y un resplandor, de pronto, le resuelve.
Estas son las raíces que me llegan
al corazón; la voz que a la garganta
desemboca; la mano que me tiende
la copa verdadera de la sangre.
Regreso del laurel y la escayola;
del dulce silbo, de la estrella seca;
de un mundo de ceniza, con espe jos
de purpurina y sueño, repitiéndose.
Toco gozosamente estas paredes
de barro y paja, como vientres cálidos
y fecundos; escucho su latido
cruel de triste bestia que se rinde.
Aquí contemplo vida; me hago llama
de esta hoguera de manos se levanta
sus negras lenguas a lo alto. Siento
que soy un hombre más entre los hombres.
Y un vestido de angustias me abandona
sencillamente; así la noche deja
desnuda el alba y libre, aunque con frío,
cuando lejanos sones la presienten.
Frío tengo en el alma, pero canto,
ahora que estoy aquí de nuevo y veo
tanto gozo y dolor, tanta miseria
y tan clara esperanza compartida.
Victoriano Crémer