NIÑOS
¡Qué magnitud de vida,
de esperanza, trasciende!
Pero los niños se abren
las venas con los dientes
y, ya sangre o aurora,
con júbilo se ofrecen.
La tarde se ha quedado
presa en el aire leve.
Pero los niños buscan
sus purpúreas fuentes
y la derraman toda, ya luz,
por las paredes.
La cinta de la calle,
—qué hermosura— se enciende,
se desnuda, es un río
lleno de blancos peces.
Pero los niños se abren
las venas con los dientes
y, ya sangre o aurora,
con júbilo se ofrecen.
Pasan, huecos, los hombres
evadiéndose. Tienen
profundos brillos, almas
de repentinas nieves.
Pero los niños rompen
el centelleo y crece,
elemental, la gracia
redonda de su vientre.
Porque los niños miran
el horizonte breve
y el futuro les nace
como un metal caliente.
Victoriano Crémer