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LAS CARBONILLERAS

  ¿De qué nocturna mina?

Nadie les preguntaba.

Eran como un redondo charco
de agua
en el asombro de la noche.
Una tímida mancha
ceñida al balbuciente
temblor del alba.

Su calle las abría la mano poderosa
rescatándolas;
y, entonces, de la pura negrura de su ser
una sonrisa o llama
fulgía brevemente.

Nadie les preguntaba.

Pasaban a su lado
las pálidas muchachas
con luz de violetas en los ojos,
y los hombres azules de la madrugada,
esquivando sus sombras,
                                    sintiéndolas acaso
como el oscuro borde de la mañana
o el turbio sueño,
                        deslizándose
sobre el ocre de las fachadas.

Brotaban en la calle
con un corazón inmenso a las espaldas,
¿de qué nocturna mina?

Nadie les preguntaba.

Por qué sangran las manos
si se escarba en la escoria de las máquinas.

Cuando está ya la noche endurecida
asaltan
los calientes escombros
y hacen su provisión de fenecidas llamas.

Son una triste jauría temerosa,
una oscura manada
disputando un montón de secos hielos
con silenciosas dentelladas.

Si la luna descubre corales cenicientos entre vías,
relumbran sus escamas,
su voraz dentadura de carbonilleras
y un tumulto de nieblas se levanta.

Llegan a casa dobladas de negrura;
escupen tristemente negro polvo;
                                                descargan
su apretado botín.
                            Tal vez se duerman
soñando Paraísos de escorias apagadas.

¿De qué nocturna mina?

Nadie les preguntaba.

autógrafo
Victoriano Crémer


«Nuevos cantos de vida y esperanza» (1952)

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Voz: Tomás Galindo Voz: Tomás Galindo


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