LA IRA CUANDO NO EXISTE
No busquéis esa historia que compendia la sinrazón de la
Luna, el color de su brillo cuando ha ganado su descanso. La
consistencia del espíritu consiste solo en olvidarse de los
límites y buscar a destiempo la forma de las nubiles, el
nacimiento de la luz cuando anochece. Porque yom¿ soporto.
Habéis oído el cerrar de una puerta, ese latido
súbito que ha quedado sobrecogido en vuestros cabellos. No
pretendáis verlo convertido en madera, no pretendáis
siquiera verlo separado de vuestro cuerpo en forma de mariposa negra;
ni aspiréis tan siquiera al relámpago cárdeno que
como ensalmo venga a despejar la atmósfera, a poner claros
vuestros ojos. Vuestra frente es de nieve. La he paseado muchas veces
cuando murmurabais mi nombre, pero siempre a traición, porque
nunca he conseguido ver la forma de vuestros labios. Pero en vano me
han dicho que pájaros y peces se entrecruzaban en silencio, y
que su comprobación era fácil. Una mano de goma, tan
ligera que el viento no la sentía entre sus venas, he deslizado
cautamente. Pero no lo he conseguido. En vano un poco de yesca
hacía presumir, con su brillo de fósforo, un poco de
sensibilidad en las uñas, Su redondez nativa, la ceguedad
ronquísima, se arrastraba entre lana en busca del frío, o
acaso de la pluma, o acaso de esa catarata de estertores que, envueltos
en materia, me habían de anegar hasta el codo. No lo he sentido.
Mil bocas de heno fresco, mil palabras de mañana he tropezado en
mi camino. Mi brazo es una expedición en silencio. Mi brazo es
un corazón estirado que arrastra su lamentación como un
vicio. Porque no posee el cuchillo, el ala afiladísima que
después de partirme la frente se hundió bajo la tierra.
Por eso me arrastraré como nardo, como flor que crece en busca
de las entrañas del suelo, porque ha olvidado que el día
está en lo alto.
No me olvidéis cuando q s llamo. Sois vosotros los silencios de
humo que se anillan entre los dedos. La difícil quietud en cruz
de vientos. Ese equilibrio misterioso que consiste en olvidarse del
sueño, mientras los anhelos brillan como gargantas.
Vicente Aleixandre