ÍNTEGRA
¿Qué hora? La de sentirse
aislado, roto el recinto
—limites—, sobre la frente
suelta los celajes lívidos.
Se han desterrado ropajes
caduros. Queda el sucinto
poder del poniente, a fuerza
de pujanza, fiel, tranquilo.
Se arrasan todos los aires
sin disculpa. Se echa el frío
de espalda sobre los valles.
Pasean los ojos tímidos
sobre los verdes silencios.
Estoy solo. Ya el precinto
guarda esta hora. Centellas,
sin perturbar el sigilo
de la tarde. Amor del cielo.
Siento en mi cuerpo, ceñido,
un tacto duro: la noche.
Me envuelve justo en su tino.
¿Mi alma sola? Aquí estoy,
cuerpo, pasión. ¡Vivo, vivo!
¿Me sientes? La noche. Cuerpo
mío, basta; si yo mismo
ya no soy tú. Mas ¿qué pides,
si eres contorno? ¿Eres mío?
(Firmes siento los perfiles)
¿Tu amor? Es la noche. Mío
es ya. (Me pasa el silencio:
le soy presente) ¡En ti vivo!
(Y se derrumban cristales
mudos, verticales. Signo.
Y se levantan fulgentes
cielos, del hondo, firmísimos).
Vicente Aleixandre