A LOS QUE SUFREN
No, no importa el estigma, que el pantano
osa poner sobre la nieve alada
de los cisnes que cruzan en bandada
hacia el país del sol...
El vulgo insano
horada el corazón que bien le quiere,
para buscar la fuente misteriosa
donde la sed de la ignorancia muere.
El mal se trueca en bien: tal el destino
que rodea de espinas cada rosa
y que empuja la lanza de Longino!
El apóstol que sufre sin desmayo,
con el orgullo del dolor sereno,
y hondos tormentos atesora su alma,
avariento del bien, no teme el rayo,
ni teme el huracán, ni teme el trueno:
¡Es como un faro convertido en alma!
Rebelde faro, que en la nocbe obscura
sufre el ultraje de cruel tormenta,
y que, a través del temporal, fulgura,
cual única esperanza que alimenta
la sorprendida nave: él solo apura
todo el horror; y, desde el fondo mismo
surge de aquella abierta sepultura,
como el Ángel Custodio del Abismo...
¡Cuánto vaie el dolor, que compra apenas
un gajo de laurel para la frente!
¡Cuánto pie tuvo que arrastrar cadenas,
antes de hollar la cúspide eminente!
¡Cuánta gota de llanto, suspendida
en el ojo del genio, primas finge,
donde, sobre al desierto de la vida,
surge la Gloria como muda Esfinge!
¡Cuánta ironía en los risueños labios!
¡Cuánto gusano en la dorada fruta!
El eterno banquete de los sabios
sólo ha tenido un brindis: la cicuta.
Gozo de la palabra que clarea
sobre la obscuridad, como una aurora;
pero también la aurora de la idea
desata su rocío: ¡también llora!
Gozo da el resplandor que así derrama
la antorcha en las tinieblas encendida;
y nadie piensa en que la alegre flama
va a la antorcha robándole la vida!...
Goza el vulgo en la luz que a ver alcanza,
sin cuidarse en saber de dónde llega.
El redentor, al golpe de la lanza,
abre los ojos de la turba ciega...
Basta para perder toda esperanza
el destacarse sobre el vulgo airado,
que ríe del Quijote peregrino;
y lo empuja, por rápido camino,
a morir cual Jesús, crucificado,
¡pero sobre las aspas de un molino!...
Tal la flor, que embalsama el fresco ambiente
y en regalar aromas se recrea,
las rebeldías del abrojo siente
y en secretos dolores se consume:
¡quién sabe si la flor, como la idea,
sólo tiene un tormento en su perfume!...
¡Nada importa el dolor, si al fin es gloria!
No es ser amado cual Musset dijera,
sino ser admirado es la victoria,
haciendo que, ante el mérito que brilla,
el Odio lenguaraz insulte, hiera,
hable .. ¡pero doblando la rodilla!
Gloria al dolor pregonarán les bronces
en el Juicio Final del vulgo necio:
¡la aristocracia del dolor entonces
tendrá su tiranía de desprecio!...
El hielo que oprimiera cada cumbre
derretido será; y, hecho torrente,
rodará con inmensa pesadumbre,
de la altitud por la agrietada frente.
Y en ese apocalipsis, en que el trueno
será trompeta, al postrimer conjuro,
Tientos de tempestad saldrán del seno
en que hoy duermen las glorias del futuro;
así estallando bajo el golpe aleve
que les dan al pasar los huracanes,
que arrojan a las simas sus despojos.
Sacudirán su cárceles de nieve,
como una pesadilla, los volcanes,
con sólo abrir sus espantados ojos!...
El alma de volcán duerme su sueño
bajo nieve tiránica, hasta el día
en que, al impulso del rebelde empeño,
quiere imponer también su tiranía!
Quien sufriendo vivió podrá siquiera
despreciando morir: cuando ya todo
perdido esté, cuando su suerte fiera
sea huracán, le restará el consuelo
del ala vencedora sobre el lodo
y del éter rasgado por el vuelo...
Nadie la prueba de la lid rehúya,
si colmar sueña sublimado anhelo,
robándole un laurel a la victoria:
¡cuando el Invierno del Dolor concluya,
tendrá la Primavera de la Gloria!
El que siembra con fe, logrará el fruto...
Alma que fía en sí, nunca es vencida:
como el instinto que en el mismo fruto
por fuerza tiende a conservar la vida,
la fe en el hombre se resuelve luego
sobre el dolor en triunfadoras palmas;
porque es a modo del instinto ciego
de la conservación para las almas...
1900.
José Santos Chocano