PERLAS BLANCAS
Bajo el alero de tu ceja arqueada,
pájaro verde tu pupila finge;
pero tu arma triuníal no es la mirada:
es tu sonrisa de hechicera esfinge.
La sonrisa que salta en la hermosura
de tu faz ya marchita por los besos,
muestra tu milagrosa dentadura
como un rosario de impecables huesos.
¡Cuántos nuevos delirios me provoca,
cuántos raros e histéricos antojos,
la sonrisa macabra de tu boca
o el fuego fatuo de tus verdes ojos!
Sólo cifro en tus dientes mis empeños,
ya que ellos son, con nítidos encantos,
dados en el tapete de mis sueños,
broches para el estuche de mis cantos.
Muérdeme el corazón; que en él, crujientes
con la fiebre del ansia disoluta,
se clavarán tus afilados dientes,
como si fuera en deliciosa fruta.
Quisiera, en los delirios del pecado,
oír después las armonías de oro
del collar de tus dientes, desatado
entre una copa de cristal sonoro...
¡Oh, tus dientes! ¡Mañana, cuando mueras,
hasta en la tumba saltarán lucientes;
que, entre todas las blancas calaveras,
siempre en la tuya triunfarán los dientes!...
1900.
José Santos Chocano