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LAS VOCES DE LA DUDA

(Al Dr. Javier Pardo y Ugarteche)

                        I

¡Oh siglo a ti, que en la verdad reposas,
Qué te importa el dolor! Mas ¿no adivinas
Que ese sol de tus albas luminosas
Es una flor que brota entre tus ruinas?...
¡Qué vale que haya perfumadas rosas.
Si para cada rosa hay cien espinas!
¡Que haya de noche luminosos rastros,
Si una nube no más cubre cien astros!

Víctima de este siglo que responde
—jamás al corazón— sólo a la mente.
Dudo del porvenir que se me esconde,
Y a la vez desespero del presente.
¿Adónde irá la Humanidad, adónde,
Sin levantar la pensativa frente.
Buscando a Dios, no por el alto cielo,
Sino acaso caído por el suelo?

¡Adónde irá la Humanidad cansada,
Sin fe en el porvenir, que siempre oscuro
Preséntase a la tímida mirada
Del espíritu débil o inseguro!
¿Adónde se halla el fin de esta jornada?
¿Dónde el principio está de ese futuro
En que soñó la Humanidad un día,
Cuando el alma soñaba todavía?...

¡Oh! yo también me río del estulto
Que ante el ídolo tiembla; mas precisa
Que tenga siempre el sacerdote un culto
Y siempre el luchador una divisa...
Palpite un sacro verbo en cada insulto;
Un germen salte en la voltaria risa;
Fecúndese a la par que se derrumba:
¡Pase el arado encima de la tumba!

No piense nadie que en la cruz me escudo
Y con el brillo celestial me ciego;
Mas yo no quiero ser el siervo mudo
Que apenas tiene frases para el ruego.
Yo, si duda mi siglo, también dudo;
Yo, si niega mi siglo, también niego;
Pero no tengo libertad en vano:
Sea el siglo mi ley, no mi tirano!

¿A qué vivir, si el alma es soplo leve?
¿A qué luchar, si el más allá no existe?
La lógica del siglo diecinueve
Muy lógica será... ¡pero es tan triste!
¿Quién bajo el peso del dolor se mueve,
Y surge, y de otras formas se reviste,
Si Lázaro ¡ay! espera el anunciado
Grito de Dios... ¡y Dios está callado!

¿Cómo resucitar? ¿Cómo se aspira
A sacudir el yugo, si la Idea
Por los infiernos de la duda gira
Y espantada de Dios revolotea?...
La Humanidad, que con sorpresa mira
Todo a su rededor, porque es atea,
Y tiene el sobresalto del delito,
Caída está: ¡cayó de lo infinito!

La Humanidad caída y Dios suspenso:
Ni Ella sube hacia Él, ni Él baja a Ella.
La Fe sólo es el alma del incienso,
Que se disipa sin dejar más huella
Que un montón de ceniza. Horror inmenso
Mata la ley de la divina estrella,
Guía una vez del mago peregrino
Que hoy en busca de Dios tuerce el camino...

Ya que el vicio es la ley del mundo entero,
Ya que Dios cede su corona al vicio,
Nada del mundo ni de Dios espero:
Ni del Mal cierto, ni del Bien ficticio...
Hastiado de las luchas, sondear quiero
De la tumba el abierto precipicio,
Desque en el viaje de la humana suerte
La Vida es el camino de la Muerte...

                        II

¡Cuántas veces de pie sobre una fosa,
Quise romper la losa,
Creyendo hallar tras de la losa el cielo
Y de otros mundos el divino rastro:
Si la nube ante el astro tiende un velo
A través de ese velo brilla el astro!

¡Cuántas de cementerio en cementerio,
He violado el misterio,
Hundiendo mi razón, llena de vida,
De la muerte en los fúnebres horrores,
Cual hunden su cabeza estremecida
En la boca del león los domadores!...

Ya no el combate que aturdió mi mente,
En la hora presente
Ha de rasgar las sombras de mi abismo;
Ya el león no ha de rugir en el desierto:
Sepultando mi ensueño, a un tiempo mismo
He sido tumba, enterrador y muerto!

El águila, que ayer miró en el monte
Inmenso el horizonte,
Siente hoy, al ver el porvenir humano,
Que confunde en la tumba a rey y a siervo,
Las desesperaciones del gusano
Y las tristezas lóbregas del cuervo.

Todo un mundo de sombras ha caído.
Se ha roto y se ha esparcido
En las campiñas de mi ideal risueño,
Por donde el alma va, huérfana y viuda:
Mi alma fue ayer la púrpura del sueño;
Mi alma es hoy la mortaja de la duda.

Ella amó a la mujer, ella amó al hombre,
Y quiso unir su nombre
A todos los impulsos y progresos;
Y sólo halló, tras de las luchas fieras,
Altos montones de roídos huesos
Coronados de tristes calaveras...

¿Quién sondeará el sepulcro, y de la bruma,
Que en el fondo se esfuma,
Con un puñal de ley rasgará el pliegue?
Mientras haya algo afuera de la idea,
¡No me digáis que crea y que no niegue,
Ni me digáis que niegue y que no crea!

¡Dudar! ¡Siempre dudar! Siempre la vida
De un ideal suspendida,
Oscila cual un péndulo agitado,
Que, al marcar en la esfera de la mente
Todas las ilusiones del pasado,
Marca todas las dudas del presente...

¡Cómo arrancar de la razón la duda,
Que su garra filuda
Clava en todo el que canta y el que sueña?
¿Cómo aclarar el turbio escepticismo?
¿Cómo ablandar lo duro de la peña?
¿Cómo alzar una cumbre en el abismo?

¡Morir para saber! Ante la fosa,
Donde todo reposa,
Y donde acaban la ficción y el dolo,
Torpe es que el can de la blasfemia ladre,
¡Ya que la muerte para el hombre es sólo
El abrazo del hijo con la madre!

1894.

autógrafo

José Santos Chocano


«Selva virgen» (1898)

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